Wednesday, September 20, 2006

El dicatador surrealista

Ya, ahora van a ver a un dictador.
Esa fué la última frase que selló un largo viaje entre San Bernardo y el centro de Santiago.
La consigna había sido dicha por mi padre, el mismo que en el bus me enseñaba la nube de smog que se levantaba sobre los edificios... en una tarde en que el paisaje corría por la ventana de la micro... cuando yo, pequeño ahorraba un pasaje viajando sobre sus piernas.
Vamos a tener que esperar, dijo el.
Y esperamos, entre una multitud un día 19 de septiembre de no sé que año.
Habían tanques desfilando por las calles, muy lentamente; soldados, madres orgullosas de sus hijos militares, y muchas mujeres con fotos del dictador entre sus manos.
Mi papa sostuvo un dialogo con una de esas mujeres que levantaba su cartel al cielo gritando ¡Pinochet!
- No soy partidario de sus ideas...
- Por que, si es lo mejor.
- No me parece, yo no estoy de a cuerdo con el uso de la fuerza.
El dialogo había nacido entre sonrisas. No había discución.
¿Y por que vino? - preguntó la mujer.
Traje mis hijos a verlo.
Va a ser parte de la historia, sea como sea... Quería que vieran un dictador.
Se acabó la conversación cuando entre un tumulto, apareció un auto descapotable muy brillante, con un hombre alto, con una capa que flameaba al viento.
Supe que era el dictador.
El hombre tenía los brazos abiertos, me pareció un rey. Creo que pensé que era un rey, con sus mejillas coloradas y el rostro limpio.
Saludaba a la gente con sus manos enguantadas, en limpios guantes blancos, y su gorra llena de arabescos dorados.
Es un rey decía alguien dentro de mi cabeza de niño.
Se acabó el tumulto. Nos alejamos, caminando hacia el palacio de la moneda.
¿El es malo? pregunté.
Si - dijo mi papá, ahora lejos de las mujeres fanaticas.
No puede ser... me decía a mi mismo; sus guantes blancos, su sonrisa bonachona...
Pero si lo decía mi papa era porque era malo.
Ese hombre era un engaño, me dijo esa voz que siempre tengo dentro.
Un engaño cuidado con solidos caballos y hombres armados.
Fue ver una flor con una espada colgando goteando sangre.
Que extrañas conjunciones nos da la vida de pronto.
Fue como ver una paloma blanca disparando un cañon.
Quedé confundido con esa extraña fusión de elementos distantes.
Ese hombre era una aparición surrealista, que se perdió en una noche de personas fanaticas, carteles y una bandera gigantesca que flameaba en el cielo...

Friday, September 08, 2006

Mundo gigante



Tantas cosas había en el mundo gigante;
aviones que se escapaban de las manos,
sonrisas deliciosas
en esos altos edificios
llamados padre, madre,

Era un mundo de tiernos gigantes,
que perdieronse para siempre,
en una caja oscura,

Que extraviada va por el mundo del tiempo.

Manuel Balcázar